La feminización de la pobreza

Una mujer en un poblado Dassanech (Sudán del Sur)

Napeyok se sienta en silencio en la puerta de la cabaña. Sus ojos, que un día fueron brillantes y llenos de vitalidad, ahora se muestran nublados por el hambre. Tiempo atrás, el valle tenía dos temporadas de lluvias cada año, pero las precipitaciones que llegan últimamente a la región son escasas, prácticamente inexistentes. A medida que disminuyen las lluvias, también lo hace la disponibilidad de agua para los cultivos. Las cosechas de hoy son un 70% inferiores que antes. La sequía persistente también tiene consecuencias para el ganado: los animales mueren y los rebaños se reducen, y con ellos, la producción de leche y de carne para el consumo de la tribu. La mirada de Napeyok se muestra intensamente triste, cansada, pero también firme, demostrando una fortaleza interior inquebrantable. Pese a su apariencia frágil, su espíritu no se ha roto por completo. 

 El 70% de las personas que viven en la pobreza extrema son mujeres y niñas
— ONU Mujeres

Mujeres y niñas en un poblado Dassanech (Sudán del Sur)

La pobreza es una realidad global que afecta desproporcionadamente a las mujeres, tanto en los países desarrollados como en los países en desarrollo. Los indicadores muestran que las mujeres enfrentan mayores tasas de paro, empleo informal, menor acceso a recursos económicos y salarios más bajos que los hombres. Según los estudios, las mujeres ganan en promedio un 23% menos que los hombres a nivel global. Asimismo, suelen asumir la mayor parte de las responsabilidades de cuidado no remuneradas, lo que limita su capacidad para trabajar fuera de casa y generar sus propios ingresos. En muchas partes del mundo, las leyes y normas sociales discriminatorias limitan el acceso de las mujeres a la propiedad, a la herencia ya los servicios financieros, contribuyendo a la feminización de la pobreza.

 Sólo el 13% de las mujeres en países en desarrollo tienen tierras agrícolas propias
FAO

En los países desarrollados, las mujeres suelen tener más oportunidades de empleo formal, educación superior y acceso a subsidios, pensiones y otros servicios sociales que mitigan de algún modo los impactos de la pobreza. En los países en desarrollo, por el contrario, las condiciones económicas y sociales son más precarias debido a la carencia de legislación laboral equitativa y de normas culturales arraigadas, que limitan las oportunidades para las mujeres. Las áreas rurales son particularmente vulnerables. En algunas regiones, hasta siete de cada diez mujeres viven en la pobreza debido a la falta de acceso a recursos y servicios básicos de salud o educación, entre otras. Según los estudios, las niñas de familias pobres tienen menores probabilidades de completar la educación primaria y secundaria, perpetuando los ciclos intergeneracionales de pobreza entre las mujeres.  

 132 millones de niñas en edad escolar no asisten a la escuela
UNESCO

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