
Rigoberta Menchú
Rigoberta Menchú nació en Guatemala el 9 de enero de 1959, en una familia indígena k'iche', en un entorno de extrema pobreza y marginación. De joven fue testigo de la brutalidad del conflicto armado interno que afectaba gravemente a los pueblos indígenas del país y decidió involucrarse en organizaciones y movimientos políticos que abogaban por los derechos de las comunidades. Su activismo se centró en la denuncia de la opresión, explotación y violencia y en la promoción de la educación, la salud y el bienestar. Su vida ha tenido un impacto significativo en la lucha por la justicia social y los derechos humanos en favor de las comunidades indígenas de América Latina, inspirando a miles de activistas en todo el mundo. En 1992 recibió el Premio Nobel de la Paz en reconocimiento a su trabajo en la defensa de los derechos de los pueblos. Fue la primera persona indígena en recibir ese prestigioso galardón.
“ Las mujeres indígenas constituyen el 5% de la población mundial
— ONU Mujeres

Una mujer Uro cocinando (Perú)
En las últimas décadas, ha habido notables avances en el reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas, incluidos los derechos de las mujeres. Muchos países han implementado programas y políticas para mejorar el acceso a los servicios básicos como la educación o la salud y, cada vez más, están desempeñando roles de liderazgo en la esfera pública, participando activamente en la política, la gestión de recursos naturales o la defensa de derechos humanos. Las mujeres indígenas tienen un papel fundamental en la preservación de las culturas y tradiciones de sus comunidades. Son depositarias del conocimiento, de la lengua y de prácticas ancestrales que enriquecen la diversidad global. La revitalización de lenguas indígenas depende a menudo del papel activo de las mujeres en su transmisión.
“ Más del 80% de las lenguas indígenas son transmitidas por mujeres
— UNESCO
A pesar de los avances, muchas comunidades indígenas todavía sufren altos niveles de pobreza y marginación. El acceso a servicios básicos como la salud, la educación o el empleo formal es limitado, y la falta de reconocimiento de sus derechos culturales y territoriales dificulta su capacidad para gestionar y beneficiarse de los recursos naturales de sus propias tierras. Estas desigualdades son especialmente pronunciadas para las mujeres indígenas, que sufren discriminaciones no sólo por su condición étnica, sino por razones de género. Menos del 30% de las mujeres indígenas poseen títulos de propiedad sobre las tierras, y el 70% trabajan en sectores informales y de baja remuneración. La falta de acceso a las oportunidades y sistemas de justicia culturalmente sensibles, contribuye a perpetuar los ciclos de vulnerabilidad y exclusión social de estos colectivos.
“ En América Latina, la tasa de analfabetismo entre mujeres indígenas
es hasta tres veces mayor que la de las mujeres no indígenas
— UNICEF


